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Torremolinos se encuentras en la comarca de la Costa del Sol Occidental. Su principal núcleo urbano se encuentra a 50 metros sobre el nivel del mar, dista 12 kilómetros de la capital malagueña y 5 del aeropuerto internacional Pablo Ruiz Picasso. La precipitación media en el municipio es de 500 l/m2 y la temperatura media anual se sitúa en 18º C

Entre las estribaciones de la Sierra de Mijas y el mar, en un terreno de suaves relieves que va perdiendo altura conforme se acerca a la línea marítima, se extiende el término municipal de Torremolinos, otrora barriada de Málaga y municipio independiente desde 1988. Los grandes espacios verdes existentes al pie de la sierra entroncan, una vez salvada la autovía del Mediterráneo, con el complejo y variopinto entramado urbano que le otorga un singular perfil a la localidad (hay cuatro núcleos bien diferenciados: El Calvario, El Bajondillo, La Carihuela y el entresijo de calles que conforman la zona más tradicional de la ciudad).

Los primeros asentamientos humanos en este municipio se remontan nada menos que a 150.000 años atrás. A ese período de la Prehistoria corresponden los nueve cráneos humanos hallados en las cuevas del Tesoro, de los Tejones, del Encanto y Tapada, hoy desaparecidas, que se ubicaban en la Punta de Torremolinos, actual Castillo de Santa Clara, donde asimismo se encontraron vasijas de arcilla, puntas de hachas, collares, brazaletes y anillos. También han aparecido restos del Neolítico (5.000 años a.C.) correspondientes a un pueblo mesopotámico (según el historiador Juan Temboury) que se asentó en este lugar, donde encontró un excelente clima, abundancia de agua, caza y pesca y albergues naturales.

Durante la dominación romana Torremolinos estuvo perfectamente comunicado con Málaga y Cádiz mediante la calzada que fue construida para unir estas dos ciudades. Debido a esa buena comunicación, en el municipio fueron instaladas tres factorías de salazones (sobre todo para la producción del famoso garum, una especie de salsa derivada del pescado que era imprescindible en la gastronomía romana), si bien sólo se conservan escasos restos de una de ellas en los terrenos del antiguo Campamento Benítez, y de la época romana es también una pequeña necrópolis que afloró durante la realización de unas obras en la plaza Cantabria.

Los árabes, con su sempiterno culto al agua, no dudaron en aprovechar el caudal que nacía en la zona de Los Manantiales y llegaba hasta la playa, y así, a lo largo del recorrido de este caudal construyeron numerosos molinos. En torno a 1.300, en plena época nazarí, se inicia la construcción de una torre defensiva al final de la actual calle San Miguel, para evitar en lo posible las invasiones por mar. En alusión a esta torre y a los molinos se configuró el nombre de la ciudad.

Poco después de la toma de Málaga, los Reyes Católicos le concedieron a esta capital la propiedad de los manantiales de Torremolinos, decisión que años más tarde (1511) fue corroborada por Juana la Loca. Así, bastantes años más adelante, los molinos construidos por los árabes fueron quedando sin función alguna por falta de caudal.

Como curiosidad, cabe señalar que el primer vecino de Torremolinos cuyo nombre aparece en un documento oficial fue Alonso Martín, contratado como guarda de la torre y cuya misión era avisar de las incursiones marítimas, una de las cuales se produjo en 1503, tal como queda reflejado en un documento que se halla en los Archivos de la Catedral malagueña. Este vecino en cuestión cobraba 25 maravedíes diarios, pero, dado que su oficio consistía en vigilar la costa, no se le permitía tener perro ni caña de pescar ni practicar juegos. Caso de no cumplir esta normativa, podía ser sancionado con dos meses sin paga o incluso ser expulsado del servicio.

El acoso a la costa malagueña por parte de navíos corsarios no cesa, y para defender el litoral de Torremolinos, el ingeniero de los Reales Ejércitos Antonio Jiménez Mesa propone la construcción de un castillo o batería, obra que fue iniciada en 1770 en el lugar que hoy ocupa el hotel Santa Clara. La fortaleza albergaba cuarteles para caballería e infantería, viviendas, capilla y almacenes, y estaba dotada de una batería de seis cañones de 24 libras, con un alcance de unos seis kilómetros. El recinto fue un centro militar hasta 1830, fecha en que fue adaptado para cuartel de carabineros, hasta que años más tarde pasó manos privadas. De este fortín aún se conservan algunos restos en la zona conocida como La Batería.

En 1923 se ponen en marcha dos proyectos para desviar a Málaga las aguas de Torremolinos, dado el aumento de población de la capital y los escasos recursos hídricos con los que en aquella época contaba. Esta iniciativa acabó por materializar la conversión del municipio torremolinense en barriada de Málaga.

Sir George Langworthy, un peculiar ciudadano británico que se instaló en Torremolinos a finales del siglo XIX, compra el Castillo de Santa Clara y en 1930 lo convierte en hotel-residencia, y con él inaugura el primer establecimiento turístico no sólo de Torremolinos sino prácticamente de toda la Costa del Sol. Poco tiempo después, Carlota Alessandri convierte su cortijo de la Cucazorra en el Parador de Montenar, a la década siguiente abre sus puertas el hotel La Roca y a finales de los 40 empieza a funcionar el restaurante y sala de fiestas El Remo, en la Carihuela. Lo demás ya es historia reciente.

A partir de los años 50, con la inauguración del hotel Los Nidos y del Pez Espada (primer establecimiento de lujo en la zona), el nombre de Torremolinos va ineludiblemente asociado al turismo, y 50 años más tarde, aquel tranquilo pueblo surgido al amparo de una torre vigía y de unos molinos que aprovechaban las abundantes aguas de sus manantiales, es conocido en todo el mundo y se ha colocado a la cabeza en el ámbito turístico internacional.

Gastronomía

El ‘pescaíto’ de La Carihuela y del Bajondillo-Playamar es el plato por excelencia de este municipio; se trata una especialidad culinaria que prácticamente reside sólo en la forma de freír el pescado, pero que ha traspasado fronteras y se ha convertido en la oferta gastronómica más apreciada y conocida de Torremolinos. Aparte de esta singularidad, en sus 250 restaurantes, la ciudad ofrece una vastísima gama de comidas en establecimientos de todo tipo y a precios en consonancia con la categoría del restaurante.